Calles de muerte… donde se regocijan los corazoncitos
En cualquier momento venidero partiré. Y no lo hare volando. Caminare, con la Luna en las pupilas… por las calles de este inferno. Tan cálido.
Y entonces ya no pensare. Ya no tener que pensar ni que comer. Solo caminar. Sola, con mis sentimientos pálidos biselados por los filosos vientos de esta ciudad, dorados por la elevada Luna, ligeramente cubiertos de la sangre que la gente deja caer.
Por eso me marcharé en la tarde, cuando ese viento encantador enreda en mi cuerpo los cabellos de la sinrazón que le arranca a las cabezas. Cuando se desprende mi pensamiento para chuzar los ojos de tu vivir. Justo cuando anuncia su aparición la ausencia angustiosa que abraza al corazón.
Y si del cielo comienza a caer el dulce llanto decidido de la desesperanza, esperare con anhelo que la primera capa de mi piel se desvanezca y de esa dulce manera sentir, sentir con fuerza.
Seré cicatriz, y nadie sabrá que me fui porque no me despediré… huiré sigilosa y la existencia se quedara en su lugar, para que te pique cuando me recuerdes cuando tu piel carente esté de noche.
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